Comentario
Debemos aludir, siquiera brevemente, a ese otro arte griego que adoptaron, bajo el ropaje de un peculiar estilo propio, fenicios y púnicos en Occidente. Gadir, la colonia más antigua fenicia en Occidente, se irá convirtiendo, a los ojos de los griegos, en una ciudad a la que ya en el siglo V a. C. el poeta lírico Píndaro llamará la Ilustre, la Famosa. En el extremo occidental, en los caminos sombríos del Atlántico, era Gadir -la Gades romana- la última referencia de un mundo civilizado y luminoso más allá de las Columnas de Heracles. Ello encubría unas relaciones comerciales intensas de Gades con los griegos, sobre todo con masaliotas y emporitanos, cuya órbita de intereses la polis semita comparte en el occidente. Pero también Gades se abre al Mediterráneo oriental, pues seguía unida culturalmente a Tiro, la vieja metrópolis fenicia, mientras se relaciona estrechamente con Atenas.No es casual que, como sabemos por la tardía fuente griega del escritor Filóstrato ("Vida de Apolonio", V, 4), se erigiera en la helenizada Gadir una estatua de bronce y en actitud pensativa de Temístocles, el renombrado estratega ateniense de las Guerras Médicas, así como, ya al otro lado de la bahía gaditana, se estableciera en fecha indeterminada un culto oracular al héroe ateniense Menesteo, mencionado también por Estrabón (III, 1, 9). Este enclave religioso costero protegería jurídicamente la navegación y el comercio en la costa atlántica. La coloración ateniense de ambos datos apunta, históricamente, al siglo V a. C. y refleja los citados contactos comerciales.
No sabemos la fecha ni las circunstancias precisas de la plasmación iconográfica de los trabajos de Melcart que, según las tardías referencias de Filóstrato y las más poetizadas de Silio Itálico, decoraron el Herakleion gaditano. Tal vez pudiera remontar esta tradición al mismo siglo V, como una emulación, política y religiosa, de otros grandes ciclos iconográficos de Heracles: sus hazañas se esculpieron en Grecia -Olimpia- y en el Occidente grecoitálico, en la Magna Grecia. Tampoco es posible hoy definir el carácter predominantemente fenicio o, por el contrario, helenizante de esta perdida representación escultórica. Posiblemente, suponemos, se utilizara un lenguaje accesible a los diversos pueblos de la oikouméne. Y éste era el griego.Con Tiro y con las ciudades fenicias de Oriente los notables de Gades compartirán la moda de los grandes sarcófagos antropomorfos con los rostros de los difuntos idealizados, inmersos en belleza serena. Así, el del varón, en solemne seriedad y con barbas rizadas, de Punta de Vaca; o el femenino, que sostiene en su mano un alabastro, símbolo funerario y a la vez expresión de su alta condición, pues el perfume era en la Antigüedad un bien precioso. Fechados también en el siglo V, responden a la moda helenizante fenicia y a un taller mediterráneo que trabaja para la demanda de nobles tirios o sidonios y que hoy algunos investigadores suponen incluso de la Grecia insular de las Cícladas.
Pero será, sobre todo, en época helenística cuando se acentuará el gusto semita hacia lo griego. Una famosa imagen de Alejandro Magno se erigirá junto al templo de Herakles-Melcart y atraerá las visitas obligadas de personajes ilustres que se acercan al santuario para cumplir un ritual religioso y político, como César. La efigie, como nos refiere Suetonio en su vida de César (1, 7), suscitó en aquel visitante el pothos o añoranza hacia las empresas grandes del joven monarca helenístico.
Con la excepción de los grandes sarcófagos en mármol, de todo ello nada se conserva, salvo en las referencias literarias. Sí conservamos, en cambio, numerosos objetos de arte menor, como joyas y anillos. Algunos de ellos introducen ese lenguaje helenizante de moda mediterránea en los personajes de la elite local gaditana. Un anillo-sello personal de Cádiz, hoy en el Museo de Madrid, debe leerse en clave griega y no semita -un supuesto ritual sangriento de Moloch- como se ha hecho. Vemos un varón desnudo, que se apoya en un pilar de la palestra, con la estrígile y el frasco de perfumes o aríbalo globular, colgando de su brazo. Dos letras del alfabeto semita indican posiblemente la identidad de su poseedor, su pertenencia a la cultura gaditana. Pero este personaje ha elegido el lenguaje idealizador, típicamente griego, del deporte y del cuerpo desnudo para representarse como un ciudadano libre y ocioso de Cádiz.
En la colonia púnica de Ibiza encontramos una similar tendencia hacia el lenguaje griego. A partir de las últimas décadas del siglo V a. C. y, sobre todo, el IV las tumbas de Ibiza aceptan ciertos rasgos comunes con Ampurias incorporando a sus ajuares importaciones de cerámica ática: sobre todo, lécitos o frascos de perfumes y las populares lucernas áticas de barniz negro. Estas son lisas y brillantes, como lo es en estos años todo el barniz negro ático, mientras que los lécitos generalmente pertenecen a la variante panzuda y pequeña del frasco de perfumes. Su abultado número implica la extensión y popularización de una moda y de un lenguaje entre los púnicos. Habitualmente se decoran con figuras rojas, bien con palmetas o con esquemáticos rostros de dioses surgiendo del suelo entre sencillos brotes florales. Son motivos con una sencilla simbología funeraria pero, no por ello, menos misteriosa. Nos introducen en un mundo de creencias sobre la ultratumba que en gran medida los púnicos compartieron con los ampurianos y con otros pueblos griegos del Mediterráneo occidental.
Junto con una mayoría de símbolos egiptizantes, muchos escarabeos ibicencos muestran temas y hasta motivos míticos griegos: así, el jinete, el arquero o el joven cazador; o el guerrero arrodillado ante un tablero, que -como ha visto John Boardmanno- es sino un resumen o reducción del popular motivo tadoarcaico de Aquiles y Ayax jugando ensimismados ante los muros de Troya.
El prestigio del arte y del mito griego se introduce, aquí y allá, en el mundo cotidiano y funerario púnico: Tetis cabalga sobre las olas del mar a lomos de un hipocampo en una placa funeraria en terracota del Puig des Molins que acertaríamos a datar en el siglo IV. Los púnicos han debido copiar este motivo de sarcófagos griegos de la Magna Grecia, como los tarentinos.Y en los anillos del helenismo de Ibiza podemos encontrar ecos claros del repertorio griego. No fueron tampoco los púnicos de Ibiza insensibles al juego de la ilusión óptica -el engaño de los sentidos- que inundó el lenguaje griego y mediterráneo a partir del siglo IV. Las barbas y el cabello de un noble ibicenco del helenismo, que se representa sobre un anillo de oro del siglo III o IV a. C., son en realidad de aves que unen sus picos para besarse. Un mito local se esconde tal vez bajo esta imagen de percepción difícil. En todos estos ejemplos -cuya motivación pudo ser simplemente la moda o alguna de las múltiples funciones mágicas o metafóricas de la imagen mítica- el ibicenco ha introducido estímulos formales, temáticos y hasta alegóricos griegos para transformarlos en algo nuevo, con lenguaje púnico.